lunes, 16 de mayo de 2016

¡Buenos días!
Uno de los lugares donde la RELACIÓN se hace fundamental desde mi punto de vista es la escuela. Es el ámbito donde los niños aprenden no sólo conocimientos acerca del mundo que les rodea, sino también competencias fundamentales de socialización que les va a facilitar la adaptación a su entorno. Todas y cada una de la palabras que acabo de pronunciar pueden ser objeto de debate. Hay quien piensa que la socialización es domesticación, hay quien opina que la escuela más que un espacio de construcción es un espacio de castración. alguno piensa que destruye más que construye y que de relacional nada de nada. Creo sinceramente que aunque hay mucho que mejorar, debemos ver como una oportunidad que exista un espacio donde nuestros niños conocen los entresijos de nuestro entorno y aprenden a manejarse en él, un lugar donde se relacionan con la diferencia, con la diversidad y sí, con la norma, necesaria cuando se vive en un mundo tan complejo y sí, con la rutina, que crea seguridad y te enseña lo que es la previsión y también el cambio.
Lo que ocurre es que con frecuencia la escuela va muy por detrás de los cambios sociales que se producen, mucho más desde que existe la cultura digital, que provoca cambios rápidos y constantes.
Y esto es un problema, teniendo en cuenta sus funciones.
Hay una metodología educativa que me gusta especialmente, porque aboga por la adaptación a la realidad del niño y centra su atención en las relaciones. Más que una metodología es una filosofía. Se trata de la perspectiva pedagógica de María Montessori. Parte de la idea de que siendo todos diferentes resulta lógico que el aprendizaje de cada niño vaya marcado por sus particularidades. Estos significa que la base del proceso enseñanza aprendizaje es la RELACIÓN profesor alumno. Fuera recetas, fórmulas estándares, fotos fijas,... Lo que prima es el conocimiento mutuo, la singularidad, establecer una relación genuina y no superficial, con el fin de atender la necesidades reales del niño. Esta  perspectiva implica un abordaje mucho más profundo del niño y esto supone al maestro un cambio radical de posición, formación y trato. No es sólo adaptar las herramientas a las características del niño, sino conocerlo en profundidad para darle lo que necesita en conocimientos habilidades, competencias y también, siendo para mí un aspecto fundamental, en gestión emocional y autoconocimiento. Es el niño el que aprende y el maestro es una guía o facilitador, es el niño el que marca el ritmo teniendo el profesor que afinar su capacidad de observación y reacción. En fin, el lugar transformador por excelencia necesita transformarse y es todo un reto, porque ha de pasar de ser "el palito que hace que la plantita crezca recta a ser una burbuja permeable que se adaqta a la forma original y preciosa en que crece es plantita".

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